Carlos Valmore Rodríguez / Andriw Sánchez Ruiz | BleisbolPlay
Barquisimeto.- Robert Pérez no desentona en el Antonio Herrera Gutiérrez de Barquisimeto, ni en ningún otro estadio de beisbol de Venezuela. Quizás nunca se vea raro en esos lugares, aunque –como en este momento- no tenga un uniforme, ni exhiba las condiciones físicas que en sus mocedades le hicieron ganarse el intimidante mote de la “Pared Negra”.
Puede estar sentado en el dugout o en la tribuna. Quizás caminando cerca de la jaula de bateo, saludando a técnicos y peloteros experimentados que compartieron causas con él. Tal vez esté hablando con algún jugador joven o siendo el foco de fanáticos que nunca olvidarán lo que es para la LVBP. Pero jamás hará ruido a la vista en un parque del país. Él es parte del beisbol. Es para la pelota rentada lo que el crepúsculo es para Barquisimeto.
Su legado -que se hará eterno más temprano que tarde en los muros del Salón de la Fama del Beisbol Venezolana- no discriminó las finales. La más grandes instancias solo fueron rutina para su carrera. Jugó 10 series finales, ganó cinco campeonatos, dos veces fue el Jugador Más Valioso (1997-1998, 2001-2002), bateó para .282 de average y .485 de slugging. Es líder de todos los tiempos en dobles (16), jonrones (11), carreras remolcadas (37), bases alcanzadas (117) y extrabases (27).
La lógica se enrarece al caer en cuenta que, aunque tiene casi seis años retirado, las finales actuales siguen siendo su momento. Por eso el pelotero Más Valioso de la final, desde hace un lustro, es honrado con el Premio Robert Pérez. Así quedará por siempre.
Ya no puede tomar un bate y competir contra Caribes de Anzoátegui o Cardenales de Lara. Los 50 años le llegaron y –como dicta la vida- nunca lo dejarán. Quedan sus memorias, sus vivencias y lo que puede aportar a quien vea en él lo que de verdad es: una enciclopedia de carne y hueso sobre cómo jugar finales en la LVBP.
Las memorias de Robert: “Las cosquillas de jugar uno siempre las tiene allí. Creo que ya quemé esa etapa. Creo que tomé una buena decisión el día que me dije que ya no iba a seguir jugando. Ahora estoy disfrutando desde afuera. Ya no hay presión, ya no hay nervios. Yo me ponía nervioso de vez en cuando… ¿Sabes? Esa mariposita que siempre vuela en el estómago. Pero siempre se combatía con buena preparación y mente positiva, con ganas de querer hacer las cosas bien.
En lo personal, mi carrera en lo que fue semifinales y finales, fue mucha concentración, mucho descanso, mucho respeto hacia el beisbol. Todo eso dio resultados. Siempre he tenido un concepto simple: el que trabaja, al final, todo se le da, todo ocurre. El trabajo paga. El que esté mejor preparado y ejecute va a ser el ganador al final de todo”.
Parado al borde del dugout de Cardenales, Pérez está allí para el que le quiera consultar, para el que se atreva a preguntarle por algún método para sobrevivir las finales. Los tomos de enseñanza son 10, y allí hay malos y buenos momentos.
Las memorias de Robert: “En esta serie, por ejemplo, no se me ha acercado ninguno. Es solo el primer juego. Pero anteriormente sí me han preguntado qué hacía yo cuando estaba en playoffs y finales. Vuelvo y repito: concentración y preparación. Eso no es que lo vas a hacer en la final… ¡No! Eso tiene que ser desde que comienzan las prácticas. Cuando lo haces, todo ese trabajo sale a relucir. Siempre que alguien me pregunta trato de ser lo más sincero que puedo sobre lo que yo sentí en las finales”.
Las memorias de Robert: “Con Cardenales gané cuatro títulos. Creo que, para la ciudad y la organización, el primero que logramos (1990-1991), fue el más significativo. Pero para mí, la que más me marcó, fue la final de la 97-98 (Lara le ganó en siete juegos a Caracas). Fui estelar, fui el Jugador Más Valioso de la Final. Ocurrió la pelea (risas). Eso me marcó mucho. Tuve muchos momentos inolvidables, pero esa me marcó mucho.
Antes que ganáramos la primera final, el año anterior, perdimos con Caracas en siete juegos. Le dieron un batazo a Alexis Infante que no pudimos atrapar, y nos ganaron, pues… Domingo Carrasquel era el mánager. Después de ese juego él hizo un meeting. Nos dijo ‘muchachos estoy muy contento, orgulloso aunque no hayamos ganado. Esta situación se va a volver a presentar’.
Así fue, y bueno… Pudimos ser campeones.
En esa final, la 89-90, la que perdimos y que estaba novatico, le di un jonrón para ganar el primer juego a Jim Neidlinger, que había sido el mejor pitcher de la liga (Pitcher del Año). Nunca se me olvidará ese jonrón. Fue impactante porque yo estaba novato”.
Las memorias de Robert: “Cuando veo eso me siento orgulloso. Me considero una persona que lo ven de buena forma, como alguien a quien lo enseñaron de la forma correcta. Siempre he tratado de ser un buen ciudadano y eso me lo enseñó el señor Domingo Carrasquel. Me enseñó tres palabras: responsabilidad, trabajo y ética. Y siempre traté de llevarlas y desarrollarlas toda mi carrera. Siempre traté de trabajar duro para que, cuando llegaran estas instancias (finales), ya estuviera bien. Siempre he querido ser ese ejemplo para los muchachos. Siempre los he querido motivar. Quiero que entiendan que esto es su trabajo.
Hay que trabajar para poder lograr las cosas”.